Colin solamente pretendía llevar un paquete que le habían entregado por error a una casa a unas cuantas calles de la suya. Pero una tormenta de nieve no le deja más opción que aceptar refugiarse con el desconocido James. Durante el trascurso de una larga noche, un fuego crepitante, un poco de chocolate caliente y la nieve del exterior conspiran para acercar más a los dos hombres. Pero, ¿durará su conexión más que la tormenta?
Una entrega especial
$0.99
Book Info
Author: Laura Bailo
Release Date: December 20, 2019
ISBN:978-1-951880-13-2
Format: ePub, Mobi
Cover Artist: Natasha Snow
Category: romantica
Genre: contemporánea
Theme: navideña
Word Count: 8100
Pages: 26
Sex Content: N/A
Pairing: MM
Orientation: Gay
Identity: cisgénero
Excerpt
Una entrega especial
Laura Bailo © 2019
Todos los derechos reservados
La nieve por fin nos había dado un respiro, pese a las advertencias de ventiscas, y estaba preparándome para sacar a Anubis a pasear cuando algo hizo que me cayera, casi de cabeza, en mi propio porche. No me hice ningún daño, excepto en mi orgullo, aunque por suerte no había nadie cerca para verlo. Busqué lo que fuera que me había hecho tropezar y encontré una caja justo en la entrada de mi casa. Eso me pareció raro; no podía recordar haber pedido nada y mis padres me lo hubieran dicho si me hubieran enviado algo.
Al inspeccionar la caja más de cerca descubrí que no era para mí. El nombre al que iba dirigida era James Atwell, que no se parecía en nada al mío, Colin Owens. Cuando vi la dirección entendí lo que había pasado. Yo vivía en un unifamiliar en la calle Mounty y, por lo visto, James vivía en el mismo número que yo, pero en la calle Mount. Con esos nombres, me sorprendía que aquello no hubiera pasado antes. La calle Mount estaba a unos treinta minutos andando desde mi casa, así que cogí el paquete y empecé a caminar en esa dirección con la caja bajo un brazo y la correa de Anubis en la otra mano.
Estaba a mitad de camino cuando empezó a nevar otra vez. Podría haber vuelto, pero ya había recorrido todo ese camino y no quería estropearle la diversión a Anubis. Estaba corriendo tan lejos como la correa le dejaba e intentando atrapar los copos de nieve con la boca.
Por supuesto, tan pronto como decidí seguir andando, el viento arreció y la nieve empezó a caer con ganas. Para entonces, el camino de vuelta a mi casa sería más largo que lo que me quedaba por recorrer, así que seguí caminando. No había ningún coche en la calle, y parecía que yo fuera la única persona que había ignorado los avisos de tormenta. La gente inteligente se había quedado en sus casas, donde hacía calor y no tenían que preocuparse por sus dedos congelándose y cayéndose. Me di prisa, con Anubis trotando a mi lado pero, aun así, lo que yo pensaba que nos costaría media hora terminó costándonos casi una hora entera.
La tormenta se había convertido en una ventisca para cuando al fin llegué a la dirección escrita en la caja. Subí al porche, suspirando de alivio cuando la nieve y el viento dejaron de golpear mi rostro. Me quedé allí mirando la puerta, la nieve sobre mi ropa derritiéndose y empapándola. Estaba temblando y mis manos estaban tan frías que solo pude tocar el timbre al segundo intento. Entonces me di cuenta de que estaba de pie en el porche de un extraño con un paquete que le pertenecía y que había andado a través de una ventisca para llegar hasta aquí. ¿Qué se suponía que iba a hacer? ¿Darle la caja y volver andando a casa? No es que estuviera precisamente deseándolo.
La casa era parecida a la mía, y la estudié después de tocar el timbre. La mía era probablemente algo más nueva, pero esta estaba bien cuidada, la puerta pintada recientemente y la luz del porche bastante brillante. No había ninguna decoración, aunque ya casi era Navidad. Cuando nadie respondió al timbre, probé a tocarlo de nuevo y entonces escuché pasos acercándose deprisa a la puerta.
—Vendas que vendas, no quiero…. —El hombre dejó de hablar repentinamente cuando la puerta estuvo abierta del todo y por fin nos vio. Me miró a mí y después al perro sentado a mis pies, y pude leer la confusión en su rostro. Tenía la esperanza de que estuviera lo bastante confuso como para no darse cuenta de que le estaba mirando, porque era atractivo, su piel de color marrón oscuro y unos labios que se curvaban hacia arriba como prometiendo una sonrisa escondida. Llevaba pantalones deportivos flojos y una camiseta grande, pero aun así pude ver la forma de sus hombros y no me supuso ningún problema imaginar su silueta poderosa sin la ropa que la cubría. Me perdí de tal modo en mi propia imaginación que me sorprendí cuando por fin habló.
—Lo siento, pensaba que eras otra persona.
Sonreí con ironía.
—Sí, me lo he imaginado.
Parecía avergonzado, y me pregunté cómo había pasado de ser el hombre seguro de sí mismo que había abierto la puerta al hombre que estaba ante mí ahora. Levanté el paquete.
—Creo que esto es para ti. Vivo en la calle Mounty y lo han entregado allí por error.
—¿Y has venido desde allí con esta tormenta?
—En mi defensa, no estaba nevando cuando he salido, y tenía que pasear a Anubis. —Acaricié las orejas del perro—. No podía haberme imaginado que acabaríamos en mitad de esto. —La nieve sobre mi cabeza y mis hombros estaba derritiéndose y el agua empezaba a correr por mi espalda, haciéndome tiritar.
James nos abrió más la puerta.
—¡Lo siento! Déjame coger eso. —Me quitó la caja de las manos—. Y por favor, entra. Te traeré unas toallas.
Me limpié los pies en el felpudo y dudé durante unos segundos.
—Eh… ¿Te importa si Anubis también entra? Está empezando a hacer frío aquí fuera y no me gusta dejarle solo.
—¡Por supuesto que puede entrar! —Señaló hacia una puerta a la izquierda—. Si quieres por favor ir al salón, la chimenea está encendida. —Él desapareció por una escalera a la derecha.
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